Tuve la fortuna de compartir el escenario con Alejandro Aravena –premio Pritzker 2016- en el reciente evento INMOBA en Perú. Recolecté tres lecciones, las cuales están en artículos independientes. Para ver la primer lección, haz clic aquí.
Lección de Aravena 2: La vivienda de interés social le está fallando a la sociedad
La inversión de una vivienda es –para la mayor parte de las gente- su patrimonio más importante. La plusvalía de este activo garantiza que en el largo plazo, las familias pueden usar a la ciudad como un atajo a la prosperidad.
Aunque esto suena muy intuitivo, la realidad es que en el interés social no se está cumpliendo con esta premisa. La vivienda de interés social es el único eslabón del mundo inmobiliario que se comporta como un automóvil: entre más pasa el tiempo, más pierde valor.
Esta realidad devaluatoria del interés social está provocando que el desarrollador inmobiliario contribuya a la inequidad social a través del tejido mismo de las ciudades.
La solución de Aravena: la arquitectura incremental. A través de estos proyectos se abre la oportunidad para que las casas de interés social se transformen en inmuebles de mayor valor en el mediano y largo plazo. Él mismo describe uno de sus primeros proyectos en Chile, donde una vivienda originalmente de $7,500 USD se terminó revendiendo en $90,000 USD. Entregar ese valor económico a esa clase social solo podría creerse de Robin Hood.
Ese es Alejandro Aravena, un Robin Hood moderno disfrazado de Arquitecto.
Más allá de la causa social (loable) de Aravena, su cuestionamiento es clave: ¿porqué la vivienda que más producimos en cantidades no genera valor a la sociedad? ¿Hay forma de corregirlo?
Para quienes desarrollan interés social, Aravena predica que deben dejar de ser desarrolladores inmobiliarios para convertirse en justicieros económicos. Los subsidios a la vivienda social son la única oportunidad para transferir riqueza real a los más necesitados.
En otras palabras no vendemos casas, garantizamos prosperidad familiar futura.